martes, 25 de enero de 2011

                                                  BANZO
Lamparita que agota su fatiga pajiza ante el primer rayo de sol.
El humo del espiral ahonda la sed que desde anoche invade mi humanidad.
Charo aún llora.
Desde hace dias mira y mira por la engrasada, ciega ventana que unge el banzo.
Largas piernas de giro equilibrantes en los pulgares dibujan una incorrecta circunferencia de retorno sobre la encarroñada pinotea. Y llora, cruje como la goleta que arribó a su pie y a sus ojos.
- El sol sale de allá. Lo leí en un librito de segundo año -

Erguida, indemne: compás morisco dudoso de un candomblé tullido.
Yo: cobija pringosa, inquilinato hediondo, caña blanca. Silencio soy parpadeando el raleado vértice negro que me guiña la luz.
-El oriente siempre esta allí Charo. Somos nosotros los viajados, diáspora histórica de alguna tierra,el después de una frontera vitreada a golpe de abandono donde no se encama ni el aliento, un universo constructivo de silencios y agua -.
Temí advertirle que ese círculo que talla de tarso, es el que le regaló esas piernas largas, pubis agrio, húmedo y dulce sobaco, su interminable circunnavegación en escunas.
Sed, pesadumbre..., un laguito en el cono proyectado desde su sexo.
Sus élitros que se abren y acometen la superioridad del vidrio sin bisagra, los barrotes de su llanto. Pájaro sin límite transatlántico inconciente de geografías. Mirlo sucumbiente de ésta vida sin albinismo ni líbido presente abjurando su cría silente, litúrgica, que aulla abandono y solidaridad.
Me asomo al pretil explicando una falla, un Ryu flagrante que acontece sobre el cúlmine suceso de esa ánima que abraza desde su levitante pose, su bella sonrisa, mi garganta seca, el desenlace de lo previsible.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

He aquí un hombre libre:
¡El Poeta!.

No duerme por las noches,
jamás está sobrio,
trabaja en los andamios
albañiles de la soledad.

Denomina a los barcos,
bautiza a sus mujeres,
enumera falsas deidades,
carga la mudez
de los otros.

Confiesa a sus amantes
que ama a otra amante
 y se va
hacia lo incomprensible,
es decir,
hacia si mismo.

Deambula por las calles
interpretando la ceguera
de las campanas,
la insensibilidad
de las estatuas
y de los no poetas.

Se muere solo
extirpado de un papel
siempre triste
por una palabra
nunca encontrada.

Entonces:
-¿En donde pernocta su libertad?
-Allí:
en las noches, los barcos,
las campanas, el papel,
las esculturas
de su muerte.

domingo, 19 de diciembre de 2010

La cobardía del General

Me duelen mucho las hojas de este libro. Esta novela infame que nunca me hubiera atrevido a escribir de no ser por esa plantita de mimbre que aleteaba cada mañana al verme levantar la mirada hirsuta y circunspecta por sobre la misma empuñadura de la espada.
Los retratos de viejas batallas ganadas y perdidas, se desvanecían ante la presencia y vibración del tallo que aun sin viento, soplaba, tiritaba, se hacía sentir en ese dibujo de diapasón que musicalizaba el aire a su alrededor. Bisectrices múltiples, adireccionales en el centro de un ventanal que empecinado protegía la clandestinidad y el retiro de este guerrero.
Unos días antes, voy recordando, me senté en la mesa y pensé mucho sobre la enjuta figura del amor. Por extrañas razones funcionales de inervación cardíaca, detuve por un segundo la respiración, me embebí la trasnochada gota de ginebra que adormilaba sobre la mesa, y avisoré fascinado lo pequeña e ignorante que había resultado mi historia militar: un puñado de batallas, cuatro uniformes destrozados, varias bregaduras sin importancia, algunos rastros de sangre.
Y lo mas imborrable: la zozobra que carcome luego de haber morado enjambres de heridos, a los que nunca habría asistido si no me resultara tan intrínseca  esta inexplicable razón de aferrar el arma como sistema vital. Cuatro batallas que me quitan el honor a pesar del lustre que paso a las preseas.
Pobre balance táctico para un general sin ambiciones.
Golpeteo el vasito sobre la madera y retorno indefectible a la escindida palma y al encanulado suspiro.
Por tendencia  a la viabilidad respiratoria, dejé una vez mas de pensar en los muertos y me recogí en la empuñadura rozada asiéndome al pasado.
Fueron semanas nada mas;  hoy me decidí a darle una heroica muerte seguida de pomposos festejos montados en una cureña, veintiún besos, flores frescas. Y todos mis fantasmas, los propios y los ajenos, danzando en bienvenida de esa nueva ánima a la que tan puramente resguardaba hasta ayer.
 El golpe de mi pie debe sonar a trueno, blandir el filo y de dos saltos encaramarme dulce pero resueltamente ante el botánico desvelo de mis delirios.
Esta mañana despertó una pequeña brisa, una rachita de soplidos inesperados que advirtieron lo flagrante del sinfónico desenlace.
- El tiempo me juega en contra -
- Es ahora o nunca -
Sin apero,  en dos zancadas  arremetí sobre ella...

Hace años que no camino por el cementerio. Los 9 de diciembre, fecha de mi última victoria, acostumbraba a sigilar entre mis fieles muertos. No por ser feligrés de la muerte, iba a dejar de rendir honores a quienes de alguna manera han sobrevivido mi alma con su obitorio. Me agacho en cada tumba, poso una sonrisa y les toco la tierra.  Acaricio sus errares y me aparto alegre como un niño para observar y criticar las estatuas y los mausoleos: arquitecturas del farisaico grito de la humanidad creyente. Me viene a la boca la agria sensación de lo inverosímil de sus deudos agitando sus humores sobre muertos civiles  de poco entendimiento sobre la pasión.
Los nueve de diciembre era la propincuidad al cariño, al recuerdo y a la crítica del arte expirado, tan frío como su mármol y piedra. Como los rostros engendrados por la  apática mano adeudada, indolente ante la ignorancia del existir anubarrado.  Falso y alquilado como el arte del tallador.

Dos zancadas dan tiempo suficiente como para pensar en los muertos, el mármol, las caricias a la tierra y la música.
La brisa se desfiguró en tormenta. El viento ya es casi vendaval, y la música..., la réproba melodía que no me deja dormir hace semanas, no cesa de cimbrearse y sacudir el multilineal encordado en el aire.

Soy un cobarde.




lunes, 22 de noviembre de 2010

              PASADO

UN ÚLTIMO INSTANTE PASADO
APENAS HACE UNA PITADA,
POST  ACTO SEMINAL.

EN TANTO TIEMBLA LA AGUJA
ENTRELINEAS ANQUILOSADAS
CONSTRUYENDO SU ANTERIOR
 RECUERDO  INMEDIATO
DE ABSOLUTA VIDA.

 ANUDANDO SUS PRETÉRITOS
 COLA DE BARRILETE
QUE ME EXTRAVÍA
CON INCERTIDUMBRE PERENNE
SI NO ABANICO LA PALMA
PARA DEJARLO HUÍR.

SE REVERENCIA EN FUGA
Y  SOY VERSO.


Dictadura

Breve tiempo de gaviotas, rodilla arenada,
núbiles copas con asidero en sol,
tiento entre metas de eucaliptos.
Cuando el murmullo sibilante del barrio
despierta en vecindad alerta. 
Hambre y sueño, silencio de allanamiento y
apurado exilio de neófita razón nómada.
Una higuera acallada,
 herramientas encajonadas repujando nada,
en tanto las cejas de este niño despabilaban
 un interrogante, un talle de asombro
con manitos en dos volantas
 agitándose al zenit.
Después,  flagramos en genes ocultos sin luz .
Y fuimos el otro, abrigados
Del manto que cae
sobre la tristeza de la diáspora
enajenada brutalmente de su construcción.

Horas del agua

 Todas las horas pasan
de agua
en el hombre,
en el bronce
y la ventana
que relata a esos hombres
mojados
tras el vidrio.

En un instante de cristal,
la cúpula gime:
"si pudiera llorar
con esta campana"
que detenida evoca,
en su ventración,
la historia del agua
conformando de horas
a esos hombres
errantes y mudos.

 Cada uno de ellos,
un relato,
un silente bronce,
un gemido,
gotas
tras el vidrio.

De luto y algodón

Vestido de lino
tu luto dorsal
grillete ardido,
salitre de herida
y graznido grave
¡didé, didé acobá!    

Ahuecan tus manos
en agitada piedra
sobre el lomo
sobre las secas tetas
achó eru, (genero negro)
mujer
con el gofio no alcanza
rompe el algodonal
que fecunda febrero
 a la mar Yemayá     

Desenfalda  tus velas
lazos rojos imploran
ofún terminará.       (la maldición)
Enciéndelas de nuevo
hoyito en la arena
yema en sangre
gotas carmesí ,
lágrimas también.

Que sudan
Orichas en tu frente,   
mece omo mi (hijo mio)
en cunas-brazos
y almidón
dubule melo, melo    (acostado despacito)
mira la luna
ya se durmió.

Gira, gira, danza
poseído lino circular
mas redondo
mas caliente
añá-bakoso               (tambor)
que en la faja de requiem
suspende el ton-ton;
y se va la muerte?,
quiebra el eslabón
que el capullo lo corte
el señó.

Palomas negras al cielo,
motas al septentrión,
tobillos esferando
pide, suyeres, cobó      (rezos, ruegos)

 Tu negro se fue volando,
por espuma se fugó,
sobre el bote adornado
en estambres rosales
en crepé,
sin grillete partió.

Omi-laza          agua bendita
Omiero             agua sagrada
Ofo-osobo        el mal repentino
Ollú cuará        sus ojos cerrados
Socun iyaré       llore madre
Quiloguasé      ¿Qué vamos a hacer?